Des-con-gé-la-te (Ice bar Copenhagen)

After the fire, ice.
Once I wrote that in Copenhagen seems that the world runs in a strange way. Once I wrote that in Denmark something is upside down.
It seems so, because we are in July and I wear snow boots, coat and scarf when I go to the street, and in April I was swimming in the North sea.
But if this is not enough, if we are still missing the winter time, if we have too much daily light and the rain doens't bring back the winter memories, we have a place where to go.

Once I wrote that I'm closing the circle, it seems that all come back to the beginning, and I'm doing the same, going to the same places, with the same people and having a lot of deja vú. And I was missing something, the perfect way to say goodbye to this country. Go back to the frozen memories of the first days in Denmark.
















There's a place where all this is possible, and is called Ice bar. An iglú in the heart of Copenhagen, where one can feel again the skin going blue, the nose loosing control, the fingers loosing feeling, and stick the lips in a glass made of ice or stick the tonge in the wall, as in a silly movie once I watched.
A blue light shines through the ice walls and give a magic light to the scene, while we feel like Otto and Anna in the poles, but in a futurist version mixed with the customes of Star Trek.
If one day, in summer time, you thought about go to live inside the fridge, I can tell you how do you feel inside. If you want to know how an ice cream feels, I can tell you.
I was a message inside a vodka bottle, I was the ice cube in a water melon cocktail.
Absolutly, such a nice experience, but I'm outside of this world. I wanted to feel like a inuit, but it was more like to be in a 5 stars fridge, a posh skimo from the future.


















































































[Después del fuego, hielo.
Una vez escribí que en Copenhagen parece que el mundo gira en un sentido absurdo. Una vez escribí que en Dinamarca algo esta cabeza abajo.

Eso parece, porque estamos en Julio y todavía uso botas de nieve, abrigo y bufanda cuando salgo a la calle, y en Abril estaba bañándome en el mar del Norte.
Pero si eso no es suficiente, si todavía echamos de menos el invierno, si tenemos demasiada luz solar y la lluvia no nos trae recuerdos invernales, tenemos un sitio donde ir.

Una vez escribí que estoy cerrando el círculo, que todo vuelve a su lugar de inicio, que hago lo mismo, voy a los mismos sitios, con la misma gente, y tengo un montón de deja vu.
Y me olvidaba de algo, la manera perfecta de decir adiós a este país. Volver a las memorias congeladas de los primeros días en Dinamarca.













Hay un sitio donde todo eso es posible, y se llama Ice bar.
Un iglú en el corazón de Copenhagen, donde uno puede sentir otra vez la tirantez en la cara que se vuelve azul, la nariz que pierde el control, los dedos que pierden sensibilidad, y pegar los labios o la lengua en un vaso hecho de hielo o en las paredes del local como en Dos tontos muy tontos.
Una luz azul brilla detrás de los muros de hielo y da una atmósfera especial al lugar mientras nos sentimos como Otto y Ana en el círculo polar, pero vestidos como en Star Trek.
SI algún día, en verano, habéis pensado en meteros dentro de la nevera, puedo deciros lo que se siente allí. Si quereis saber qué piensa un helado en el congelador, yo puedo decíroslo.
He sido un mensaje dentro de una botella de vodka. Un cubito dentro de un cocktail de sandía.
Absolutamente genial, pero estoy fuera del mundillo. Quería sentirme como un esquimal, pero no es más que una nevera 5 estrellas, un iglú pijo con esquimales futuristas.]















































































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